jueves, 13 de enero de 2011

UN VIOLINISTA EN ADORACIÓN



Suena el violín en sus manos, mientras con una bella sonrisa y con sus ojos cerrados, imagina que la melodía que interpreta es un concierto solo para su Maestro.
De sus ojos corren lágrimas y de su voz emerge una hermosa canción: “Te adoro Dios, te ofrendo mi corazón, mi vida es toda tuya. Tú eres mi director, en ti se regocija mi alma. Enamorado de ti estoy, eres mi centro y mi universo. Recibe mi ofrenda, es mi regalo, no hay otro como tú Señor, eres mi fuerza y mi aliento”.

Siguen sonando melodías que Dios desde su silla de invitado especial contempla. Los ojos de Dios lo contemplan atentamente, lo mira como padre orgulloso, mientras que con sus palmas aplaude el concierto magistral ofrecido en su honor.

Él no se ha dado cuenta, se encuentra demasiado extasiado y concentrado en ofrecer al Padre su adoración. Dios sonríe y sus ángeles danzan alrededor. Es la pasión, es el amor, es la armonía que se transmite de un corazón agradecido que solo quiere agradarle con entrega y devoción.

Cuando él abre sus ojos es porque siente que Dios se acercó y lo abrazó. Cae arrodillado y rendido ante el toque de Su gloria, reverenciando a su Creador. El trono se ha perfumado por la gracia del Señor, del aroma sutil e intenso de un adorador que sin reservas ofreció su corazón.

Dios lo llena de besos, lo inunda de su paz y a cambio le infunde nuevas fuerzas y aliento para continuar. Porque si hay algo que a Dios le conmueve es cuando sus hijos se acercan a él para ofrecerle con sinceridad y humildad la ofrenda que hay en sus corazones.

Dios le susurra al oído con voz dulce y amorosa: “sigue tocando, sigue cantando, sonriendo y viviendo para mí. Que cada cosa que haces desde lo profundo de tu interior yo la recibo con agrado y emoción porque sale de tu corazón”.

Autora: Brendaliz Avilés


Escrito Para: www.brendalizaviles.com

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