jueves, 24 de febrero de 2011

Ante TU toque vuelvo a ser


"Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí".

Salmos 51:10


ANTE TU TOQUE VUELVO A SER

Cae la lluvia mientras mis lágrimas se derraman y tantas preguntas pasan por mi mente. Mientras procuro encontrar el aliento necesario para continuar. Salgo afuera y permito que la lluvia me mojé y que se entremezcle con mis lágrimas. El ruido hace que se confundan mis sollozos, ¡quisiera gritar, pero ni siquiera puedo hablar! Siento que esto que estoy viviendo es demasiado fuerte para mí. Con cada respiración se me agotan las fuerzas. ¡Quiero correr, tratar de escapar! Pero esa voz interna me recalca que esa no es la forma de enfrentar las cosas. No es huyendo que se logra escapar de los problemas, las cosas hay que resolverlas.

Entonces, alzo mi mirada al cielo y pido misericordia al Padre.
Vacío mi corazón, le habló como mi confidente que es.
Imploro que aclare mis ideas, que me de fortaleza y serenidad.
Me traslado a la Biblia y a mi memoria llegan las historias de esos personajes que sintieron en algún momento de sus vidas desolación, frustración, decepción, desengaño, depresión, tristeza y tantas cosas más.

Me parece comprender por momentos lo que sintió Elías cuando corrió a esconderse en una cueva. Pienso en David y cobran más sentido aún, los salmos con los que impregnaba su esencia ante el Señor. Reflexionó en la impotencia y tristeza que experimentó Moisés cuando por causa de no seguir una instrucción sencilla, perdió su entrada a la tierra prometida, solo pudo mirarla de lejos. Porque a veces siento que estoy llegando a mi tierra prometida y cuando estoy por pisarla, algo me aleja de ella.
Todos ellos en sus momentos más difíciles se apoyaron en Dios, y yo en mis momentos difíciles acudo al Creador de los cielos y la tierra y le pido que me lleve a la roca que es más alta que yo.

Elevo mi oración silenciosa, una que brota desde el lugar más profundo de mi alma y comienzo a experimentar esa paz que solo Jehová puede dar. Siento esa dulzura de su presencia que me envuelve y me abraza. Me satura de su gracia y su amor y yo me dejo llevar por su calor santo.
La lluvia ha cesado sin que yo me diera cuenta, mi momento con Dios ha sido tan especial, que siento una fuerza inexplicable que me impulsa a continuar. ¿Quién si no tú para disipar cualquier duda o tristeza? ¿Quién sino tú para transplantarme de tu paz y de tu esencia? Y siento que vuelvo a vivir y a regenerarme. Soplaste tu aliento en mí y por ti vuelvo a ser.

Autora: Brendaliz Avilés

 A veces las personas solo necesitan ser amadas. Que las abraces sinceramente y las escuches con atención. Que le brindes una mirada o una s...