El Corazón de un Verdadero Adorador
El corazón del verdadero adorador no es circunstancial porque sabe que Dios está presente siempre y que independientemente de lo que pueda estar pasando a su alrededor, cada experiencia lo acercará más a Dios. Y si cada experiencia lo acerca más a Dios, sabe que hay crecimiento y aprendizaje.
Lo podemos observar en Abraham caminando por el Monte de Moriah. No entendía muy bien qué era lo que estaba pasando, por qué razones Dios le pedía que sacrificara algo a lo que amaba y por lo que había esperando tanto tiempo. Sin embargo, lo vemos caminar hacia adelante, obedeciendo un mandato que Dios le había ordenado. Abraham ofrecería el holocausto aunque le costara. (Ver Génesis 22).
Lo vemos en Job cuando declara en Job 1:20-22 de la siguiente manera: “Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno”. Aún perdiendo posesiones materiales, su salud física y más aún, teniendo que afrontar la muerte de sus seres más amados, mantuvo su mirada y esperanza puesta en Dios. Adoro, tributo loor a Dios, confeso la soberanía y magnificencia de Dios.
Analizamos la vida de Pablo y podemos percibir que luego de aquel encuentro camino a Damasco, su corazón quedó por siempre cautivo del amor de Dios. Vivió para desgastarse por la obra de Dios, para evangelizar y atraer más almas a los pies de Cristo. En medio de cualquier situación de las que atravesó pudo exclamar las siguientes palabras llenas de convicción y fe profundas: “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. (Filipenses 4:11-13).
Una persona que posee las características de un auténtico adorador, se desprende de sus bienes más preciados y los ofrece a los pies de Jesús con humildad y reverencia. Un ejemplo de ello, lo vemos en Mateo 26, donde una mujer unge la cabeza y los pies del Maestro.
“Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa”.
Tal intención de adorar era la que había en su corazón que el mismo Jesús dijo que se contaría en todo el mundo este gesto de esta mujer para memoria de ella.
El testimonio de esta mujer me dice que ella era agradecida. Por tanto el corazón de un adorador verdadero es agradecido. Lucas 7:37-38 relatando el mismo episodio nos da unos detalles más relevantes de lo que allí ocurrió: “Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. Podemos resaltar y admirar la ofrenda de adoración que presentó esta mujer hacia Jesús. Creo que más importante que el perfume que derramo, fueron sus lágrimas. Lágrimas que expresaban arrepentimiento y agradecimiento.
Un adorador real, ama y sirve a Jesús, no importa el lugar donde se encuentre. Este ejemplo lo podemos tomar de David que lo mismo servía al Señor mientras cuidaba y pastoreaba sus ovejas, sirviendo de soldado en el ejército y ante el trono y un palacio siendo rey. Él reconocía sus errores y aguarda siempre por la respuesta de Dios. Es sincero y acepta el llamado de Dios con responsabilidad y determinación. Es celoso de que el nombre de Jehová sea reverenciado. Podemos apreciar ese toque especial que hacía que David cautivara el corazón de Dios cuando le adoraba ya fuera tocando el arpa, guerreando y defendiendo el nombre de Jehová ante los enemigos. Pero también escapando desesperado, atravesando los desiertos personales de su vida. Aún huyendo porque lo querían matar. Su adoración era tal que sin importar el momento que atravesara escribía sus hermosos salmos aún cuando no tenía respuesta ni comprendía todo lo que pasaba en su vida. Cuando adoraba a Dios se desprendía de todo lo que impidiera su comunión con el Creador y aún danzaba para él. David había descubierto un gran secreto mediante su adoración a Dios, para él era un deleite estar, vivir en la presencia de Dios. Amaba estar en su casa, prefería estar en sus atrios un día que mil fuera de ellos. Porque el adorador verdadero no tiene reservadas para con Dios.
El corazón del verdadero adorador no es circunstancial porque sabe que Dios está presente siempre y que independientemente de lo que pueda estar pasando a su alrededor, cada experiencia lo acercará más a Dios. Y si cada experiencia lo acerca más a Dios, sabe que hay crecimiento y aprendizaje.
Lo podemos observar en Abraham caminando por el Monte de Moriah. No entendía muy bien qué era lo que estaba pasando, por qué razones Dios le pedía que sacrificara algo a lo que amaba y por lo que había esperando tanto tiempo. Sin embargo, lo vemos caminar hacia adelante, obedeciendo un mandato que Dios le había ordenado. Abraham ofrecería el holocausto aunque le costara. (Ver Génesis 22).
Lo vemos en Job cuando declara en Job 1:20-22 de la siguiente manera: “Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno”. Aún perdiendo posesiones materiales, su salud física y más aún, teniendo que afrontar la muerte de sus seres más amados, mantuvo su mirada y esperanza puesta en Dios. Adoro, tributo loor a Dios, confeso la soberanía y magnificencia de Dios.
Analizamos la vida de Pablo y podemos percibir que luego de aquel encuentro camino a Damasco, su corazón quedó por siempre cautivo del amor de Dios. Vivió para desgastarse por la obra de Dios, para evangelizar y atraer más almas a los pies de Cristo. En medio de cualquier situación de las que atravesó pudo exclamar las siguientes palabras llenas de convicción y fe profundas: “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. (Filipenses 4:11-13).
Una persona que posee las características de un auténtico adorador, se desprende de sus bienes más preciados y los ofrece a los pies de Jesús con humildad y reverencia. Un ejemplo de ello, lo vemos en Mateo 26, donde una mujer unge la cabeza y los pies del Maestro.
“Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa”.
Tal intención de adorar era la que había en su corazón que el mismo Jesús dijo que se contaría en todo el mundo este gesto de esta mujer para memoria de ella.
El testimonio de esta mujer me dice que ella era agradecida. Por tanto el corazón de un adorador verdadero es agradecido. Lucas 7:37-38 relatando el mismo episodio nos da unos detalles más relevantes de lo que allí ocurrió: “Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. Podemos resaltar y admirar la ofrenda de adoración que presentó esta mujer hacia Jesús. Creo que más importante que el perfume que derramo, fueron sus lágrimas. Lágrimas que expresaban arrepentimiento y agradecimiento.
Un adorador real, ama y sirve a Jesús, no importa el lugar donde se encuentre. Este ejemplo lo podemos tomar de David que lo mismo servía al Señor mientras cuidaba y pastoreaba sus ovejas, sirviendo de soldado en el ejército y ante el trono y un palacio siendo rey. Él reconocía sus errores y aguarda siempre por la respuesta de Dios. Es sincero y acepta el llamado de Dios con responsabilidad y determinación. Es celoso de que el nombre de Jehová sea reverenciado. Podemos apreciar ese toque especial que hacía que David cautivara el corazón de Dios cuando le adoraba ya fuera tocando el arpa, guerreando y defendiendo el nombre de Jehová ante los enemigos. Pero también escapando desesperado, atravesando los desiertos personales de su vida. Aún huyendo porque lo querían matar. Su adoración era tal que sin importar el momento que atravesara escribía sus hermosos salmos aún cuando no tenía respuesta ni comprendía todo lo que pasaba en su vida. Cuando adoraba a Dios se desprendía de todo lo que impidiera su comunión con el Creador y aún danzaba para él. David había descubierto un gran secreto mediante su adoración a Dios, para él era un deleite estar, vivir en la presencia de Dios. Amaba estar en su casa, prefería estar en sus atrios un día que mil fuera de ellos. Porque el adorador verdadero no tiene reservadas para con Dios.
Concluyo diciendo que hay muchas más cualidades que envuelven a un adorador auténtico, pero me parece que una de las más importantes es que los verdaderos adoradores son insistentes y persistentes cuando quieren adorar y ofrecer sus presentes al Señor. Un ejemplo hermoso lo encontramos en los Magos de Oriente que adoraron a Jesús con sus presentes. Mateo 2:11 dice lo siguiente: “Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra”. Ellos se dejaron guiar por la estrella, no adoraron a Jesús en el pesebre, pero llegaron a la casa donde se encontraba Jesús. Les tomó mucho tiempo encontrar el lugar exacto donde se encontraba Jesús, pero no desistieron de su búsqueda. Quisieron adorar a Dios y no se devolvieron a su lugar de origen hasta que lograron su propósito.
Y tú, ¿con qué tipo de adoración te presentarás ante el Señor? ¿Será tan agradable como la que le presentó Abel? ¿Lograrás conmoverlo como cuando Moisés le hablaba? Procura que esa adoración le diga a él que eres genuino.
Autora: Brendaliz Avilés
Autora: Brendaliz Avilés