Hubo un tiempo en mi vida en que la noche fue muy larga y oscura. Un tiempo en donde la luz del sol parecía negarme sus rayos y angustiada, sintiendo desfallecer, exhausta y sintiendo mi fe quebrantada, clamé al Señor. Fue un grito desesperado y sincero de mi corazón. A voz en cuello, entre lagrimas y sollozos, sintiendo que literalmente moría... Oré, le hablé a Dios con la poca fuerza que me quedaba. Recuerdo haber reclamado sus promesas, decirle: "Señor si aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos, ¡Cuánto más yo que soy tu hija! Aquella noche desesperada le dije tantas cosas y sé que él me escuchó. El cielo se abrió para mí justo en el momento en que me rendí totalmente. Cuando pensé que todo había terminado, fue cuando Dios me dio un nuevo principio. Cuando sentí que no podía respirar, Dios sopló aliento de vida en mí, me auxilió. Cuando mi corazón desfallecido y roto ya casi moría, Jehová me salvó la vida colocando de su corazón en mí. El cielo se abrió ante mis ojos, Dios me dio vida nueva.
Por: Brendaliz Avilés