LUNA BAJO UN
CIELO ESTRELLADO
En medio de un bosque tranquilo y cubierto de flores
por doquier, bajo un cielo totalmente estrellado se encuentra Luna. Sus manos tocan serena pero inspiradamente un
piano del cual brotan notas armoniosas. Suenan
una y otra vez melodías de amor que parecen contar viejas historias
maravillosas. Luna puede tocar aún con
sus ojos cerrados notas perfectas que pueden elevar y remontar a cualquiera
hasta el lugar de sus sueños.
¿Pero en qué piensa Luna mientras interpreta tan
maravillosamente con su piano? ¿Acaso
piensa en sus versos predilectos de amor?
¿En la mirada de dos enamorados?
¿En cuentos mágicos o sería quizás en sus propias nostalgias? Hasta el momento nadie tenía respuesta a esas
preguntas, porque Luna a nadie le contaba. Todo lo guardaba para ella misma, para su
corazón, para sus adentros, para su silencio.
Pero Luna lloraba por su amor perdido. Hacia ya dos años que su novio había muerto en
un trágico accidente justo en el día de su boda. El día que se supone sería el más feliz para
ambos, se oscureció como la noche y marcó de luto el corazón de aquella bella
doncella. Las ventanas de su alma podían
ver belleza por doquier, pero hasta el momento no habían vuelto a ver pasar el
amor por su avenida. Nadie había logrado
igualar o superar a su gran amor Leonardo. Leonardo había sido tan galante, caballeroso,
dulce, gentil, especial, tierno, delicado, paciente, pero sobretodo amoroso con
ella. Él le había enseñado a tocar el
piano, había sido su maestro por muchos años.
De hecho fue así como se habían conocido y como se habían
enamorado. Él tenía 10 años más que
ella, pero su corazón era tan joven, él era tan encantador y cautivante que a
ella no le había importado porque en él había encontrado todo lo que necesitaba
y le hacía feliz. De hecho, en ese
bosque él le había declarado tímidamente su amor. Un amor que había ocultado por espacio de dos
años por temor a que ella lo rechazara. Lo
que Leonardo desconocía es que ella había estado enamorada de él un año antes
que él fijara sus ojos en ella. Pero
Luna fue tan discreta que solo espero pacientemente a que él le confesara sus
sentimientos. Y cuando el por fin lo
hizo ella se sintió la mujer más dichosa del mundo. ¡Lo amaba y era amada por él!
¡Cuánto vacío, cuánta soledad y tristeza sentía Luna
sin su preciado amor! Habían pasado dos
años, pero para ella aún parecía que había sido ayer. Esa nostalgia que sientes cuando pierdes algo
muy valioso no se había ido de su pecho. Por eso tocaba el piano tan magistralmente,
porque aquellos que aman siempre hacen las cosas con el más puro, grande y
sincero amor. Porque aún cuando estén
tristes, brota pasión de cualquier tarea que realicen.
Había muchas parejas a su alrededor profesando y jurándose
amor eterno mientras ella tocaba su piano.
Pero de repente en medio de todas esas parejas, se levantó Sebastián,
casi por inercia, siguiendo un impulso de su corazón. Se acercó tiernamente a Luna y le habló unas
palabras al oído. Acto seguido, ella se
levantó y ambos caminaron en medio de todos los que estaban allí presentes,
quiénes sorprendidos se preguntaban unos a otros qué habría pasado.
Lo que aquellas personas no sabían y que Luna
ignoraba, era que Sebastián había estado oculto observándola por espacio de un
año y medio. Él la había visto llorar
incontables veces, la había visto morderse los labios de coraje impotente ante
su pérdida. Había observado cómo muchas
veces corrió por todos lados frustrada de dolor y eso había conmovido
totalmente su alma. Se había dado a la
tarea de investigar qué era lo que le había pasado y había descubierto y
conocido de cerca su triste historia. Estuvo
con ella como un guardián invisible, muchas veces siguió sus pasos en medio de
la noche, pero tal era el dolor de Luna que no lo había descubierto.
Muchas veces quiso intentar acercarse a ella, pero no
quería asustarla, ni interrumpirla, así que por todo ese tiempo decidió ser un
testigo silente del dolor de Luna. Sin
embargo, esa noche en especial sintió que ya era el momento de que Luna
volviera a retomar las riendas de su vida. Era necesario que ella volviera a sonreír de
felicidad y a darse una nueva oportunidad en el amor. Así que se había atrevido a pararse en medio
de todas aquellas personas y le había susurrado al oído las siguientes palabras
a aquella hermosa mujer: “Luna ya es hora, déjalo ir, él permanecerá en tu
recuerdo para siempre, pero también él desearía que hicieras tu vida y fueras
feliz, que tocaras para alguien más. ¿Podrías
tocar ese piano para mí? Ven, tómame de
la mano, yo te conduciré por el camino de vuelta al amor”.
Y por primera vez en aquellos dos años, Luna
experimentó una paz en su corazón y una seguridad. Sintió que era el momento de volver a vivir
algo nuevo, de pensar en ella, de volver a reír a carcajadas. No sabía quién era aquel joven que le hablaba
y la tomaba de la mano, pero sentía que lo conocía de mucho tiempo. En su corazón ella habló unas palabras de
despedida para su amado Leonardo. Él
siempre sería el gran amor de su vida, el hombre que la había enseñado a amar
incondicionalmente. Y sabía dentro de su
corazón que Leonardo hubiera querido que ella siguiera viviendo su vida y
encontrara un nuevo amor. Ella no sabía
si aquel joven sería su amor, pero al menos sentía algo diferente al estar a su
lado y eso era una buena señal.
Ahora tocaría su piano para alguien que le había
pedido que tocara para él. Nuevamente
tomaría la mano de alguien que mostraba un interés especial por ella. Se detuvo un momento, miro las estrellas que
brillaban en el cielo, lanzó un beso al aire, secó sus lágrimas, sonrió y siguió
caminando. Un nuevo capítulo comenzaba a
escribirse en el libro de amor de su vida.
Autora: Brendaliz Avilés
Escrito Exclusivamente Para: www.brendalizaviles.com