Desierto es
Igual a Milagros
“Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios
estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber
lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos”. (Deuteronomio 8:2)
En una
ocasión mi amigo Leif me dijo que Dios utilizaba el desierto para hacer
milagros. Parece irónico, pero es
posible. Porque cuando el pueblo de
Israel salió de Egipto y estuvo caminando en el desierto por 40 años, Dios
operó diferentes milagros. Algunos de
estos milagros fueron los siguientes: de día les seguía columna de nube y de
noche columna de fuego. Fueron
alimentados con maná y luego con codornices.
Vieron agua brotar de la peña y como si fuera poco sus vestiduras y
calzado duraron todos esos años en el desierto sin envejecerse.
Cuando
aquella viuda de Sarepta se disponía a comer la última comida con su hijo, en
medio de aquella escasez, atravesando otro desierto en su vida, su fe fue
retada. Elías le dice: “sírveme a mí
primero” y ella le contesta que apenas tiene la suficiente porción para ella y
su hijo antes de morir de hambre. Sin
embargo, obedece al profeta, le sirve primero y entonces puede ver el milagro y
la provisión de Dios en su vida. El
aceite y la harina no se acabaron durante aquella escasez.
Antes de
que Moisés y el pueblo de Israel atravesaran el desierto, tuvieron que estar
frente al Mar Rojo y ver a sus enemigos egipcios perseguirlos. Imagina por un momento el panorama, allí está
Moisés frente a las aguas, con un numeroso pueblo, los enemigos casi a su lado
y él clamando. Dios le da directrices y
entonces las aguas se dividen y todo el pueblo pasa en seco.
Las cosas
más insólitas pueden ocurrir mientras atraviesas tu propio desierto. Cambiemos
de escenario y analicemos lo siguiente: parecía tarde para Marta y María, las
hermanas de Lázaro. Él ya había muerto, ¿cómo
se podía manifestar la gloria de Dios entonces, si ya todo estaba perdido? Estaba perdido para ellas, pero para Jesús
era el momento perfecto para glorificarse.
¿No te he dicho que si creyeres verás la gloria de Dios? Y no solo las hermanas de Lázaro sino que
también las personas que allí estaban presenciaron la resurrección de
Lázaro. ¡Dios todavía remueve piedras!
¡Sí! Con mucha frecuencia dudamos o nos
amedrentamos. Sentimos que vamos a
morirnos de sed en ese cruel desierto.
Pero Dios va con nosotros caminando silenciosamente. No sé cómo él lo hará, pero sí sé que algo
Dios hará. ¿Cuándo, cómo, dónde y por
qué? Solo él lo sabe. Pero ten la seguridad que no dejará que
mueras de sed ni de hambre, ni de calor, ni de frío. Agua brotará milagrosamente de la peña, verás
su gloria y la testificarás. Aún en tu
desierto beberás de las aguas de la presencia de Dios, recibirás refrigerio y
bálsamo, pero más que todo verás los milagros y prodigios que él hará contigo.
Autora:
Brendaliz Avilés
Escrito
Para: www.brendalizaviles.com