He aprendido…
“Todo lo
puedo en Cristo que me fortalece”.
(Filipenses 4:13)
He
aprendido a callar, a no dar tantas explicaciones, porque el camino me enseñó
que las personas interpretarán lo que ellos deseen.
He
llorado en silencio, porque si muchas veces muestras tus sentimientos, piensan
que te quieres victimizar o llamar la atención.
Aún sin
sentir fuerzas he luchado por seguir caminando. Quizás no haya dado grandes
pasos, y me han juzgado y criticado porque según sus criterios y estándares no
es mucho lo que he avanzado. Más en lo
profundo de mi ser yo sé que mis raíces se han reforzado.
He
mordido el polvo y he querido que me trague la tierra, he sentido la vergüenza
sonrojar mi rostro y calentar mi cuerpo, pero la gracia de Dios me ha cobijado
y sostenido.
¡Sí! He tenido muchas noches largas, oscuras y
difíciles en que el insomnio me ha arropado por completo y me he preguntado
desde mis adentros, si volveré a ver la nueva luz del día.
He
caminado en fe, completamente a ciegas, pero sabiendo que Dios sigue a mi lado
cuando parece que estoy sola, porque él es mi amparo, refugio, abrigo y
fortaleza.
Incontables
son las veces que he caído, que he sentido la fragilidad de mi corazón, cual
cristal romperse. Entonces, hecha
pedazos y sintiendo que nada podrá arreglarse, el supremo Alfarero me ha hecho
completamente nueva y he vuelto a resurgir de mis cenizas.
A veces en
mi vuelo, he tenido malos despegues o pésimos aterrizajes, pero mis alas no se
han cortado, pues he aprendido a volar por encima de la tempestad y de las
circunstancias.
Más de
mil veces me he hecho la sorda, pues la crítica, aunque duela, no me inmuta,
porque desde mi interior yo sé muy bien quién soy.
Sintiéndome
devastada he podido comprender que cuando más débil pueda sentirme es cuando
más fuerte realmente soy, porque recurro a mi amigo Dios y él se perfecciona y
se glorifica en medio de mis debilidades.
En
ocasiones he subido muy alto y en otras ocasiones he bajado al profundo abismo,
pero en medio de todo he podido percibir y comprobar cuán grande en su fidelidad. Pues aquel que me estima, el que por mí dio
su vida, jamás me ha desamparado, él nunca me ha dejado sola.
Así que
amigo querido, ¿puedes pensar por un momento que estás rodeado? Rodeado por su amor, envuelto y cubierto en
sus brazos, escondido en la palma de su mano, siendo estimado y nunca pero
nunca desamparado. Saldrás adelante no
importa cuán grande y sin sentido parezca lo que puedas estar atravesando. Aférrate a él con toda certeza, pues quienes
confían en él siempre serán ayudados.
Recuerda que todo lo puedes en Dios, porque él te fortalece.
Autora:
Brendaliz Avilés
Escrito para: http://EscritosdelSilencio.blogspot.com
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