lunes, 24 de julio de 2017

El peor día de mi vida

EL PEOR DÍA DE MI VIDA...

A lo largo de mi vida han habido muchos días a los que he considerado como "el peor día de mi vida".  Días en los que me he enterado de muertes de seres amados, enfermedades a personas demasiado valiosas y queridas en mi vida.  Episodios donde he sido traicionada, humillada, avergonzada o vituperada.  En momentos así he querido que la tierra me trague y me he cuestionado seriamente el sentido y propósito de mi vida.

Hubo un día por ejemplo en el que después de hacer una fila inmensa para matricularme en la universidad, justo cuando me tocaba el turno, me anunciaron que tendría que regresar al otro día porque tenían que cerrar. Recuerdo que muy frustrada le dije a mis padres: "ahora solo falta que venga una paloma y haga su gracia sobre mí".  No había terminado de decirlo cuando una paloma posó su gracia sobre mí.

He sentido un manto negro cubrirme cuando me han anunciado la muerte de seres queridos demasiados valiosos en mi vida.  Mi cielo se ha tornado gris ante el anuncio de enfermedades de amigos, seres queridos y familiares.  Un día que jamás olvidaré fue cuando mi padre me anunció que tenía cáncer.  Aun puedo experimentar el sentimiento que me embargó, la sombra en la que sentí que el día se convirtió.  Recuerdo esos momentos cuando otras personas queridas me han hablado de enfermedades que han tocado sus vidas.

He podido sentir días frustrantes y malos al enfrentar injusticias, recibir traiciones, sentir la burla, enfrentar humillaciones o escarnio. Cuando me sucede he podido sentirlas y pensarlas como "el peor de mi vida".  Pero tras una larga meditación he reflexionado lo siguiente...

El peor de mi vida es aquel en que queriendo hacer las cosas a mi manera me he alejado de la voluntad de mi Dios.  Aquellos en que lo he desobedecido y he querido hacer las cosas a mí manera para luego derramar lágrimas de arrepentimiento, porque he tenido que aceptar que las cosas hubieran salido mejor si yo hubiera esperado en él.  Esos días en que no comprendiendo que los planes que Dios tiene para mi vida son mejor que los míos, me he salido de sus manos y he querido escapar de su gracia.  Esos en los que me he sentido verdaderamente fracasada y lejos de su corazón.  Cuando pienso que mis oraciones no han traspasado el techo porque sin querer lo he herido a él o a uno de mis semejantes. El peor día de mi vida puede ser aquel en el que he caído en las garras del pecado y he sentido que ya nunca más voy a poder levantarme.

Afortunadamente cuando he sentido vivir los peores días de mi vida... Dios siempre ha estado ahí, no se ha apartado ni un solo instante.  Ha permanecido fiel e incondicional demostrándome que él es la mejor decisión que he podido tomar a pesar de mis muchos fallos y tropiezos.  Ha sido mi paraguas cuando hay lluvia, consolador de mis noches más oscuras.  Abrigo cuando el frío entumece los huesos de mi carne y el alma se siente solitaria.  Los latidos de mi corazón palpitan por aquel que entregó su vida por mí. Mi luz, mi camino, auxilio, libertador, redentor, sol de mi existencia, en resumidas cuentas, mi todo.  

El recuerdo de los que he considerado como "peores días de mi vida" desvanece ante su amor y poderío.  Porque su ayuda ha sido mi sostén y mi fuerza.  Los peores días de mi vida vendrían y los consideraría eternos sin la presencia de Dios en mí existencia.


AUTORA: BRENDALIZ AVILÉS


Él conoce...



Él conoce tus suspiros y tus pensamientos no le son ocultos. Examina tu corazón, lo escudriña minuciosamente con ternura. Él sabe bien de tus luchas y frustraciones. Del cansancio que en ocasiones sientes. Cuando el desaliento llega, su gracia se eleva y te sostiene para que puedas continuar. Él sabe de tus fallos, de aquellas cosas que te duelen. ¡Quién mejor que Dios para comprender tus sentimientos! Tu silencio es interpretado por el corazón de Dios. Cuando la senda que atraviesas es estrecha. Cuando la montaña a subir es alta y parece inalcanzable. Cuando el desierto es árido y sientes que careces de fuerzas y motivación para atravesarlo. Cuando la sed que tienes clama por ser mitigada y parece que las fuentes y los manantiales se secaron... Ansioso te preguntas de dónde podrá botar el agua. Dios es el manantial de agua viva que se hace presente para saciar tu sed. Cuando todos desaparecen o parecen ausentarse, Dios sigue al cuidado y al pendiente de ti para que entiendas que no estás solo. Tus necesidades son cubiertas por Jehová Jireh. Tu proveedor satisface aquello que necesites. Tu sanador camina contigo cuando el valle parece tenebroso, angustioso y de muerte. Él te vivifica, renueva y restaura. Cuando la tormenta es fuerte y braman los mares Dios sigue siendo tu perfecta paz. Y esa paz te sostiene al tener la certeza y confianza de saber que estás a salvo y en las mejores manos. 
Autora: Brendaliz Avilés

Yo sé que me responderás

 ¡Dios mío alzo mis ojos a los cielos!  Solo a ti que eres el único que tiene misericordia de mí y puede ayudarme. A ti que ves aún en lo se...