viernes, 29 de diciembre de 2017

A veces en las tardes...

Hay tardes en las que me invade una nostalgia inexplicable de repente. Preocupaciones acerca de mi futuro invaden mis pensamientos y saturan tanto mi ser que me pesa. Y esa carga pesada es algo que no quiero arrastrar ni llevar. Porque a ciencia cierta sé que el único que tiene mi futuro en sus manos es Dios. A él diariamente rindo mi vida porque quiero cumplir con su voluntad. Él es quien puede despertar los sueños que están dormidos y aquellos que parecen muertos. Él puede soplar ilusiones maravillosas en mí y con su ayuda puedo ser capaz de lograr y alcanzar aquellas cosas que parecen por momentos inimaginables e insospechadas. Dios es mi cómplice, mi compañero de caminos, él que me sostiene y afirma mis pasos para que llegue hasta los lugares que desde el principio él planeo para mí.

Es cierto que a veces la nostalgia invade mis tardes, pero no es menos cierto que su cálido amor me envuelve. Con su candor me abraza y me hace descansar en sus promesas. Mis pláticas con él son revitalizantes. Es entonces cuando el llanto puede ser convertido en una paz tranquilizadora que me puede hacer sonreír. Dios es mi sostén. Lo ha sido en el pasado, lo es actualmente y lo seguirá siendo en el futuro. Y conocer ese secreto me da confianza, serenidad y una esperanza que no avergüenza. Sus delicados toques son los que matizan y armonizan mi vida. Soy feliz teniéndolo a él en mi vida.


Por: Brendaliz Avilés

 A veces las personas solo necesitan ser amadas. Que las abraces sinceramente y las escuches con atención. Que le brindes una mirada o una s...