miércoles, 4 de noviembre de 2009

NO DAÑES LOS PLANES DE DIOS


¡No Dañes los Planes de Dios!

“Sarai mujer de Abram no le daba hijos; y ella tenía una sierva egipcia, que se llamaba Agar. Dijo entonces Sarai a Abram: Ya ves que Jehová me ha hecho estéril; te ruego, pues, que te llegues a mi sierva; quizá tendré hijos de ella. Y atendió Abram al ruego de Sarai. Y Sarai mujer de Abram tomó a Agar su sierva egipcia, al cabo de diez años que había habitado Abram en la tierra de Canaán, y la dio por mujer a Abram su marido”. (Génesis 17:1-3)

Si hay algo con lo que el ser humano tiene que aprender a lidiar es con el apresuramiento. Somos personas ligeras. Vivimos en un mundo de constante cambio. Hay una competencia tremenda. Estamos en una carrera y todos luchamos por conseguir nuestro lugar. No nos gusta hacer fila, no queremos esperar en los restaurantes, nos impacientamos si alguien conduce muy lento y va en frente de nosotros. Cuántas veces no terminamos de decir la palabra de la persona con la que estamos conversando por que nos desespera que no acabe de pronunciar lo que nos quiere decir. Si ya de por sí es muy difícil para nosotros ser pacientes, imagínense cuando se trata de esperar el tiempo en Dios. ¡Más difícil se nos hace! Porque la matemática y el cronometrador de Dios no es la misma nuestra, su reloj es bien diferente. Creo que no es fácil porque estamos acostumbrados a un mundo donde de alguna manera todo se nos ha facilitado y de alguna manera pensamos que nos lo merecemos todo. Que muchas veces decimos ahora y tenemos las cosas a la mano. Inclusive hay ocasiones que sin siquiera darnos cuenta actuamos con Dios como niños malcriados o como jefes malos queriendo ordenar el cuándo, el dónde y el ahora.

¿Has tenido alguna vez la oportunidad de ver a un niño montando pataleta por que sus padres no pudieron comprarle algo que él quería? Ese niño no entiende de razones, ese niño está encaprichado porque quiere que su deseo sea cumplido al instante y a la mayor brevedad posible. Y cuando te imaginas esta escena seguro que no te das cuenta de que en nuestras vidas, muchas veces nosotros no estamos lejos de actuar de igual o peor manera. Gracias a Dios que es tan paciente, amante y misericordioso con nosotros, que nos considera y no toma en cuenta muchas de nuestras faltas. Aún cuando muchas veces quisiéramos hasta desafiarlos porque no logramos entender qué es lo que está pasando y por qué no recibimos respuesta a esas cosas que estamos pidiendo. Sin embargo algo que nos conduce al apresuramiento es la desesperación. A su vez la desesperación es producida por la impaciencia. La impaciencia la produce el esperar. Porque como dijo alguien “el que espera, desespera”. Sin embargo cuando nuestra vida es manejada por el Señor, cuando aprendemos a depender de él y caminar a su paso, definitivamente tenemos también que aprender a actuar en el tiempo de él.

Cuando damos un vistaza a la historia de Abraham, observamos que una de las protagonistas principales tuvo que ser la paciencia. A Abraham y Sara no les toco esperar dos o tres días, sino que esperaron para ver la promesa de un hijo llamado Isaac básicamente, durante una gran parte de su vida. Algo sucede cuando nosotros comenzamos a enfocarnos no en las promesas de Dios, sino en nuestras limitaciones y circunstancias. Cuando nos concentramos en nuestras imposibilidades, inmediatamente comienzan a aparecer las dudas y las preguntas. Nuestros temores quieren causarnos sombras. Y creerle a Dios es un asunto total de fe y dependencia en él. Hay tantas promesas que Dios ha depositado sobre nuestras vidas y cuando las recibimos nos emocionamos, pero aquí lo importante no es del que comienza la carrera, sino del que la termina. Tanto tiempo tuvieron que esperar Abraham y su esposa Sara que se turbaron. Se impacientaron, metieron su mano en el asunto, quisieron ayudar a Dios y dañaron un plan perfecto. Añadieron al escenario personajes que no tenían que estar. Agar e Ismael no eran parte de ese primer plan, pero luego en la misericordia que tuvo Dios, hizo de ellos otra gran nación.

Quiero que medites en las veces en que has dañado los planes o sorpresas que Dios quería darte en el camino. Cuántas veces nuestra impaciencia ha logrado que estemos a punto de echar a perder todo lo hermoso que estamos por recibir. A veces Dios dice: “a la derecha” y tú te empeñas en querer ir por la izquierda”. Tantas excusas o carencias le presentamos a Dios como pretexto porque tememos, porque nos sentimos incapacitados. Dios diciéndonos: “yo creo en ti, yo te voy a dar las herramientas y la sabiduría que necesitas”. Y nosotros aumentamos lo que vemos como un problema. Cuántas veces hemos dicho llorando: “Señor esperaré pacientemente en ti” y cuando comienza a pasar el tiempo nuestra mente y nuestras fuerzas comienzan a fallarnos. Y sé lo que digo porque yo también he tenido que esperar mucho para ver el cumplimiento de las promesas de Dios a mi vida. Cuántas veces he pensado que yo he dañado el plan cuando veo a otros recibir sin mucho esfuerzo tantas cosas. Pero luego el Señor me ha mostrado que voy caminando a su paso y recibiendo las cosas según los propósitos que él tiene para con mi vida. Aún espero ver el cumplimiento de tantas cosas, palabras, sueños, proyectos, aspiraciones, realizaciones. Pero sé que todo está en las manos de mi Dios. Sí se también lo asfixiante y doloroso que puede ser el proceso. Pero vale la pena confiar y esperar en el Señor. Lejos estoy de ser perfecta, pero con la mano en el corazón te puedo decir que aunque muchas veces he tenido que esperar mucho, bien ha valido la pena. Porque cuando las cosas surgen en el tiempo de Dios, todo es tan bellamente maravilloso y perfecto. Cuando Dios abre una puerta, nadie la puede cerrar, no hay piedra que pueda estorbar la bendición que está pautada por Dios para tu vida.

Tal vez ahora mismo tú estés batallando con mil pensamientos, dudas e incertidumbres. Quizás estés tan agotado física y mentalmente, que ya lo que sientes es un hilito de esperanza que está por quebrarse. Pero Dios dice que no desesperes porque el convierte el llanto en sonrisa, porque justo antes de amanecer es cuando más oscura parece la noche. Yo no puedo decirte cuánto tiempo tardará en contestar, pero si sé que él es muy fiel y que los que esperan en él no serán avergonzados. Muchos tal vez anden burlándose y preguntándose: “¿dónde está tu Dios? Y con toda la certeza del mundo y una serenidad que sobrepasa todo entendimiento yo puedo decirte que está ahí justo al lado tuyo aunque no lo veas y aún cuando se te haga difícil poder sentirlo. No cometas una ligereza, una locura de la cual luego te arrepentirás. Espera en el Señor, no tomes decisiones impulsadas por presiones, emociones o lo que piensan o digan los demás. No te cases porque pienses que si no lo haces ahora no encontrarás a alguien mejor. No pienses en quitarte la vida porque sientas que para tu problema no hay solución. No dejes la posición que tanto esfuerzo te ha costado ni entierres el talento que Dios te dio aunque ella persecución, porque ha sido Dios quien te lo dio. Porque hallaste gracia ante sus ojos, porque fuiste agradable a su corazón. No vayas a ese viaje, si sabes muy dentro de ti que no es el tiempo de ir. Piensa que para eso Dios te ha dado sabiduría. Refúgiate en él, pero te pido por favor, que no dañes eso maravilloso que Dios ha hecho y quiere seguir haciendo en ti.

Por tantas imprudencias que cometió el pueblo de Israel en vez de 40 días tuvieron que pasar 40 años para llegar hasta la tierra prometida. No permitas que eso pase con tu vida. Y tú la que no tiene hijos, la que en silencio llora angustiada y desesperada porque no entiende lo que le está pasando. Y tú el que está pasando un proceso de enfermedad o un problema que siente que no merece, espera en silencio la salvación de Jehová. Él sabe lo que es mejor para nosotros. No siempre nos es fácil entenderlo, pero pese a todo recuerda que él te ama y sigue siendo Soberano.

Autora: Brendaliz Avilés
Escrito Para:
http://escritosdelsilencio.blogspot.com/

Por Gente Así de Bella es que Yo Sigo Creyendo


POR GENTE ASÍ DE BELLA ES QUE YO SIGO CREYENDO

Me gusta la gente optimista. Aquellos que pese a las circunstancias de la vida, encuentran razones para sonreír. Son como medicina al alma que está afligida porque inyectan vitaminas de fe y esperanza. Me agradan las personas empáticas, que tienen sensibilidad suficiente para conmoverse ante el dolor ajeno y extienden sus manos a todo aquel que la necesite. Me simpatizan todos aquellos que tienen la valentía de levantarse después de una fuerte caída. Que gritan: ¡victoria! Aún cuando escuchan voces que quieren desalentarlos. Los que no se intimidan y combaten aún contra enfermedades terminales o pronósticos fatales. Aquellos que pese a que sus probabilidades parezcan escasas y en las estadísticas, sus perfiles digan que no van a lograr sobresalir del “montón”, logran nadar contra la corriente y llegar hasta donde quieren. Se impulsan y alcanzan llegar hasta el final de la meta. Es que tengo que admirar a todos esos seres maravillosos que se levantan cada mañana e intentan hacer la diferencia con pequeños esfuerzos y detalles. Que no pierden su entereza, ni venden sus principios intimidados ante la crítica o lo que puedan pensar o decir los demás. Son aquellos que sin importar que el día amanezca nublado encuentran fuerzas y hacen hasta lo imposible por vivir la vida de la mejor manera posible. Aquellos para los que la palabra rendirse, no existe en su diccionario, porque saben que si confían en Dios, habrán posibilidades y nuevos caminos que conducirán hacia oportunidades que pueden traer el éxito y las bendiciones. Me quito el sombrero ante todos aquellos que siguen creyendo en Dios, aunque haya muchos ignorantes y otros que se crean muy sabios como para dudar de la presencia de ese Padre Celestial. Que aún cuando muchos tratan de burlarse o denigrarles se mantienen inconmovibles sobre la roca soberana y el castillo fuerte de su salvación que es Jehová.

Autora: Brendaliz Avilés
Escrito Para: http://escritosdelsilencio.blogspot.com/

 A veces las personas solo necesitan ser amadas. Que las abraces sinceramente y las escuches con atención. Que le brindes una mirada o una s...