miércoles, 16 de junio de 2010

Acerca de la Santidad

ACERCA DE LA SANTIDAD

“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. (Efesios 12:14)

Muchas veces pensamos que la santidad envuelve lo que se ve por fuera. Lo que una persona usa o deja de usar. Y aunque la santidad es algo que se refleja por fuera, mucho tiene que ver con lo que hay dentro de nosotros. Hoy medito sobre estas cosas y deseo hacerles notar que.

Santidad implica que…

Con la boca que alabo y exalto el nombre de Dios, no hable o murmure sobre el pastor, los líderes, los amigos o las demás personas. Mucho menos que levante falsos testimonios, ande en rebeldías, divisiones o murmuraciones.

Que con los ojos que miro las bellezas que hizo mi Creador no esté viendo cosas que a Dios no lo agradan, tales como la pornografía, cosas violentas, etc. Que mis ojos no codicien la mujer o el hombre ajeno o mire con lujuria a otra persona.

Que con la boca que he confesado bendición luego confiese maldición. O que hable muy bonito en la iglesia o frente a las demás personas y luego cuando nadie me ve o en el núcleo de mi casa hable palabras obscenas y malas.

Que sea el mismo o la misma dondequiera que esté. Que no sea una cosa dentro de la Iglesia y otra fuera de ella.

Que debo tener cuidado que con esas manos que hice cosas lindas para Dios y que lo alabe no vaya a utilizarlas luego para robar, maltratar, herir o lastimar.

Que trato de guardarme para Dios y apartarme de las cosas del mundo que sé, traerán destrucción a mi vida espiritual.

Que debo tener cuidado con lo que mis oídos escuchan, lo que mis pies pisan, la senda por donde camino y lo que permito que entre a mi mente.

La santidad me lleva a no incitar a la violencia ni al pecado a otras personas. A no maltratar física, verbal o emocionalmente a mis seres queridos, ni a los que me rodean.

No significa que sea perfecto o más “santo” que otros, significa que estoy haciendo el intento de cada día ser mejor para llegar a ser como Jesús siguiendo su ejemplo.

A veces nos dejamos llevar solo por lo que vemos desde afuera, nos concentramos en el exterior y no identificamos que muchas veces aquellos que parecen ser “santos” son solo sepulcros blanqueados, por fuera tan hermosos, pero por dentro destrozados y podridos. Hoy más que nunca tenemos que pedirle a Dios discernimiento para que él nos muestre más allá de lo que las cosas o personas aparentan ser. Brindémonos la oportunidad de dejar a un lado nuestros prejuicios para que podamos conocer a gente que de verdad aman a Dios y quieren hacer la diferencia, pero que tal vez no le hemos dado la oportunidad, porque no hemos sabido mirar más allá. Porque Dios ciertamente escudriña las mentes y los corazones.


Autora: Brendaliz Avilés

Escrito Para:
www.brendalizaviles.com
www.devocionaldiario.com
www.destellodesugloria.org

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