Ellos Eran…
Ella era…
(Punto de vista de él)
Ella era así:
tempestuosa, como lluvia que azota y que no puedes impedir. Como un rayo que te traspasa sin avisar. Causaba fascinación el verla, observar cada
uno de sus detalles cuidadosamente.
Provocaba esa mezcla de ternura y deseo.
¡Querías tenerla, entregarte con el alma, poseerla! Con frecuencia se colaba por las rendijas de
mí ser y aunque quisiera pretender olvidarla no podía. ¡Ella era una mujer que no podía ser
ignorada! Porque ella era magia y
alegría. ¡La mejor medicina sin
duda! Ella bailaba con el viento,
coqueteaba con las cosas intangibles, era alocada y a la vez tan cuerda. A veces tímida y otras tan atrayentemente
atrevida. Ella era enorme, inmensa,
fascinante, desproporcionada a la hora de entregar y de amar, y eso me dejaba
una fuerte impresión de quien era ella. Porque
se tatuaba y se apegaba a mí ser como una estampilla. Me apoyaba y me arropaba en mi soledad. No podía ser inadvertida, ella era una pieza
única. Inteligente, firme, persuasiva,
dominante, convincente, sencilla pero a la vez tan elaborada. Simplemente ella era una joya preciosa un
milagro del Creador.
Él era…
(Punto de vista de ella)
Él era fuerte
como el sabor del café. Que cuando lo pruebas
sientes su aroma, su cuerpo, su calidez y lo degustas lentamente porque no
quieres perderte el placer que te provoca.
Solía hacerme pensar en él con persistencia, aun cuando él lo
desconocía. Sus caricias tenían la
textura del algodón y sus besos la dulzura del chocolate. Cuando me abrazaba no pronunciaba palabras,
pero a su vez lo decía todo. Me hacía
sentir totalmente rebasada, atrapada, protegida y amada. Él con sus manos diseñaba un arte y me hacía
pensar que yo era mariposa absolutamente renovada, libre, lista para emprender
el vuelo hasta su corazón. Él era el
temblor en mis manos y el sonrojado de mis mejillas. Era también el gemido que se escapaba en el
deseo. El magnetismo que me atraía, tras
su mirada, tras sus atentas atenciones y palabras. Él era la inspiración en mi poesía, las notas
en mi música. Un hombre caballeroso,
sincero, tenía una mezcla de complicado y relajado. Poseía una sensibilidad que pocos conocían y
gustaba de mirar la luna y las estrellas así como yo también lo disfrutaba.
La realidad
cuando estaban juntos…
Pero ellos
juntos eran armonía, fusión, complemento.
Mar y arena, luna y estrellas.
Perfecta sincronía, cadencia, música, arte y poesía. Eran el latido perfecto, la clave, el centro
de un amor inmenso. Eran los
protagonistas de una historia que se escribía continuamente y que estaba llena
de aventuras y emoción. Ellos juntos
eran un eclipse y un volcán. Eran el
hilo y la aguja que se entretejían para bordar.
El uno sin el otro funcionaba, pero no de la misma forma, porque juntos
eran mejores. Desconcertaban porque
unidos eran maravillosos. Eran el
rompecabezas armado, una obra maestra perfecta, el arco iris luego de la
lluvia. Ellos simplemente eran corazones
afines, conectados, alineados, diseñados, creados para estar el uno con el
otro.
Autora:
Brendaliz Avilés
Escrito Para:
www.brendalizaviles.com