Subir la cuesta no es nada fácil. A veces te cansas y piensas que no lo
lograrás, pero poco a poco la sigues subiendo determinada a llegar hasta
el final. Luego, cuando la logras a subir y comienzas a bajar te das
cuenta que es más fácil y llevadera bajarla. Ya cuentas con la
experiencia porque no te rendiste al subirla. Y tienes la satisfacción
de saber que lo lograste y que podrás enfrentar la próxima cuesta que te
toque subir. Todo porque Dios estará ahí dándote fuerza y valor para salir siempre adelante.
(By: Brendaliz Avilés)