Las circunstancias NO cambiaron su adoración, porque su adoración revelaba lo que había en sus corazones. Y en sus corazones por sobre toda circunstancia, prueba o adversidad había una fe y un amor profundo hacia DIOS. El amor genuino no es circunstancial, el amor verdadero se refleja y se manifiesta aún más, cuando pasamos por el cedazo de las aflicciones. Demostramos nuestra fidelidad a Dios cuando a pesar de no comprender algunos de sus designios, le seguimos sirviendo y adorando. Cuando a pesar de enfrentar las perdidas reconocemos que él sigue siendo todo en nuestras vidas. Porque él es suficiente para llenarnos, inundarnos y saturar nos de su presencia.
Aquellos héroes de la fe que encontramos en la Biblia, eran tan humanos como lo somos tú y yo. También como lo han sido muchos en la historia, pero habían descubierto que el secreto estaba escondido en habitar en contacto con Dios. Dios habitaba en sus corazones, pero ellos habitaban el corazón de Dios para escucharle y obedecerle más allá del dolor o de lo que pudieran estar experimentando en sus vidas. Ellos reconocían que en medio de sus debilidades, Jehová era la fortaleza de sus vidas.Nosotros los que actualmente le seguimos, le amamos y tratamos de honrarlo tenemos que reconocer que solos no podemos lograrlo. Sin él careceríamos de lo esencial, de lo vital, de lo óptimo. Tenemos que comprender que nuestro amor por Dios debe ir más allá de todo, por encima de lo que podamos sentir y vivir en el plano físico. Aún cuando Esteban estaba siendo apedreado por causa de su amor a Dios, por procesarlo, predicarlo y confesarlo, pudo ver al final de su vida, en sus últimos suspiros los cielos abiertos y la gloria de Dios. Quiera Dios que en medio de nuestras tribulaciones podamos permanecer estoicos, indelebles y que su gloria se manifieste en nuestras vidas de tal forma que el brillo que cubría a Moisés después de haber estado hablando con Dios, nos cubra a nosotros también y otros pueda identificar Su gloria a través de nuestras vidas.
Autora: Brendaliz Avilés