Cuando mi corazón sangraba por la herida, el único capaz de tomar mi lugar fuiste tú. Cuando sentí perecer por el dolor que las decepciones y las angustias trajeron a mi vida, el único capaz de rescatarme, cobijarme, ampararme, consolarme y restaurarme, fuiste tú, oh Jesús. Cuando nadie podía valorarme, ni siquiera yo misma, tú me susurraste y dijiste: "yo te compré con mi sangre preciosa, yo di mi vida porque para mí vales y mereces la pena". Cuando fui invisible para los demás tus ojos me vieron con tal amor y dulzura que caí rendida a tus pies. Cuando me encontré perdida, muerta de frío y hundida en el lodo cenagoso, tu perdón y tu gracia me alcanzaron. Cuando creí desfallecer y sucumbía de miedo, tú me armaste de valor y me hiciste victoriosa y vencedora.
Autora: Brendaliz Avilés
Escrito Para: http://escritosdelsilencio.blogspot.com
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