viernes, 27 de enero de 2012

Desierto es Igual a Milagros



Desierto es Igual a Milagros

“Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos”.  (Deuteronomio 8:2)

En una ocasión mi amigo Leif me dijo que Dios utilizaba el desierto para hacer milagros.  Parece irónico, pero es posible.  Porque cuando el pueblo de Israel salió de Egipto y estuvo caminando en el desierto por 40 años, Dios operó diferentes milagros.  Algunos de estos milagros fueron los siguientes: de día les seguía columna de nube y de noche columna de fuego.  Fueron alimentados con maná y luego con codornices.  Vieron agua brotar de la peña y como si fuera poco sus vestiduras y calzado duraron todos esos años en el desierto sin envejecerse.

Cuando aquella viuda de Sarepta se disponía a comer la última comida con su hijo, en medio de aquella escasez, atravesando otro desierto en su vida, su fe fue retada.  Elías le dice: “sírveme a mí primero” y ella le contesta que apenas tiene la suficiente porción para ella y su hijo antes de morir de hambre.  Sin embargo, obedece al profeta, le sirve primero y entonces puede ver el milagro y la provisión de Dios en su vida.  El aceite y la harina no se acabaron durante aquella escasez.

Antes de que Moisés y el pueblo de Israel atravesaran el desierto, tuvieron que estar frente al Mar Rojo y ver a sus enemigos egipcios perseguirlos.  Imagina por un momento el panorama, allí está Moisés frente a las aguas, con un numeroso pueblo, los enemigos casi a su lado y él clamando.  Dios le da directrices y entonces las aguas se dividen y todo el pueblo pasa en seco.

Las cosas más insólitas pueden ocurrir mientras atraviesas tu propio desierto. Cambiemos de escenario y analicemos lo siguiente: parecía tarde para Marta y María, las hermanas de Lázaro.  Él ya había muerto, ¿cómo se podía manifestar la gloria de Dios entonces, si ya todo estaba perdido?  Estaba perdido para ellas, pero para Jesús era el momento perfecto para glorificarse.  ¿No te he dicho que si creyeres verás la gloria de Dios?  Y no solo las hermanas de Lázaro sino que también las personas que allí estaban presenciaron la resurrección de Lázaro.  ¡Dios todavía remueve piedras!

¡Sí!  Con mucha frecuencia dudamos o nos amedrentamos.  Sentimos que vamos a morirnos de sed en ese cruel desierto.  Pero Dios va con nosotros caminando silenciosamente.  No sé cómo él lo hará, pero sí sé que algo Dios hará.  ¿Cuándo, cómo, dónde y por qué?  Solo él lo sabe.  Pero ten la seguridad que no dejará que mueras de sed ni de hambre, ni de calor, ni de frío.  Agua brotará milagrosamente de la peña, verás su gloria y la testificarás.  Aún en tu desierto beberás de las aguas de la presencia de Dios, recibirás refrigerio y bálsamo, pero más que todo verás los milagros y prodigios que él hará contigo.

Autora: Brendaliz Avilés
Escrito Para: www.brendalizaviles.com


1 comentario:

  1. Hermosas reflexiones, doy gracias a Dios por haber encontrado este lugar. Bndiciones!!!

    ResponderEliminar

Escribe tu comentario

Yo sé que me responderás

 ¡Dios mío alzo mis ojos a los cielos!  Solo a ti que eres el único que tiene misericordia de mí y puede ayudarme. A ti que ves aún en lo se...